domingo, 26 de septiembre de 2010

Eternamente Jóvenes


Como en todos los institutos del mundo, en el nuestro, también existía una leyenda negra. Se contaba que un grupo de profesores, ya a punto de jubilarse, decidieron una noche reunirse para ultimar los detalles de final de curso. La sala de profesores sin aparente explicación comenzó a arder. Los veinte maestros que se encontraban en su interior murieron carbonizados. Según cuenta la leyenda local, los espíritus de aquellos pobres rondaban por la noche por todo el instituto como almas en pena en busca sin duda de su descanso eterno. Para mí todas esas leyendas son solo cuentos de viejas, algo que se inventan los profesores para que no se cuelen por las noches en el centro.
Un buen día nuestro profesor de ética y moral nos pidió a todos que si podíamos dar una clase a partir de las diez. Como a todos nos caía bien, seguramente por su juventud, accedimos. Esa misma noche, nos reunimos todos para dar la clase. Por fin iba a comprobar si ese mito de fantasmas sería real.
-          Bien me alegro que pudierais venir todos. Perdonad por pediros que vinierais tan tarde pero lo que voy a explicaros solo podía ser a esta hora.
-          De que se trata profesor. -Le preguntemos.
-          Pues veréis, todos conocéis la leyenda sobre este lugar y de cómo un grupo de profesores se suicidaron aquí.
-          No sabíamos que se hubieran suicidado. – Le respondimos con cara de sorpresa.
-          Pues sí, lo sé porque uno de esos profesores era mi padre. El me explico lo que tenía que hacer en una noche como hoy. Y justo a las diez y media, coincidiendo con la hora de su muerte.
De repente algo nos agarro por detrás impidiendo que nos pudiéramos mover. Sentí como si alguien estuviera detrás de mi cuello, echándome su aliento. Mis ojos se movían a una velocidad pasmosa intentando encontrar alguna respuesta a lo sucedido. Mientras el profesor dibujaba símbolos místicos por todas las paredes del aula. Una vez hubo acabado, saco un viejo libro de su mochila y comenzó a leer.
-          Que lo que en tiempo atrás fue reclame su sitio en este momento. Que el sacrificio de veinte almas, aplaque a la muerte y de por saldada su deuda. Que los condenados a vagar, encuentren su descanso en vida. Yo ordeno a los dioses de la vida y la muerte que hagan realidad mis palabras. Que lo que fue, vuelva a ser y ocupe su lugar entre los mundos.-
Dicho esto todo tembló, las luces se apagaron y el viento rompió las ventanas esparciendo los cristales por doquier.
-          ¿Ha salido todo bien? ¿Como os encontráis?
-          No te preocupes, hijo. Todo a salido como tenía que salir. Una nuevo comienzo nos espera.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

El diario del Rey. Final

-         Esto te va a encantar Mordre, mis amigos están de camino.
-         Me escuchas Mordre, que estas recitando, no te lo permitiré.
El Nigromante lanzo contra mí bolas de fuego. Se quedo pasmado al comprobar que no hicieron mella en mí.
-         No, no puede ser. Esos conjuros se perdieron en los tiempos antiguos.
-         Para Mordre, conseguirás que muramos los dos.
-         Amad-na, Arad-na. Volvemos a ser un ser completo. La luz y la oscuridad volvemos a ser un solo ser. Hemos sido conjuradas para volver a traer el equilibrio a este mundo.
-         Nooooo, yo soy Albert el Nigromante, el campeón de la oscuridad eterna. Fui atraído por el mal y los demonios para restaurar el orden y os ordeno que volváis a vuestro lugar.
-         Insignificante humano, como osas dirigirte a nosotras. Somos eternas, el día y la noche, el jin y el jan, el sonido y el silencio, la vida y la muerte… Desaparece de nuestra presencia.
-         Aaahhhhhhhh. No puedo morir, fui elegido………. Ahhhhhhh.
-         Vuelve a la vida capitán, regresa como paladín de la luz y la oscuridad.
El cuerpo sin vida del joven amigo de Mordre se elevo en un aro mágico. Un suspiro emanó de su boca y de sus ojos resplandeció de nuevo la vida.
-         ¿Que ha pasado?- dijo Petrio todo desorientado.
-         Mi rey, que le ocurre. Mad, por favor respóndame.
-         Tu amigo ya no está entre nosotros.- se escucho dos voces de mujer salir del cuerpo del rey.
-         Con su último aliento a devuelto el equilibrio y te ha concedido la vida.
-         Pero porque,  él es más importante que yo.
-         Eso no es elección tuya paladín, ahora que el eclipse ha pasado todo esta restaurado, dentro de 12000 lunas habrá otro eclipse y las fuerzas del bien y del mal reclamaran para sí a sus campeones que serán traídos atreves del tiempo y del espacio.
Dicho esto, el cuerpo del rey desapareció de la vista del capitán.


Mil años después…

-Espero que todos estén tomando notas, todo lo que veamos en esta excursión entrara en el examen.- dijo un profesor.
- No se preocupe profe, no me perdería todo esto por nada del mundo.
- Eres una pelota Agust.
- Porque, si de siempre me ha gustado la magia antigua y estas catacumbas de hace mil años son un lugar magnifico para aprender.
- Aprende magia nueva, desde que las piedras Marg se perdieron, ese tipo de magia es inútil.
- Por favor, atender aquí. Aquí se encuentra la tumba del último rey de Tryon. No sabemos mucho de él, ya que los antiguos manuscritos se perdieron en la guerra de Rorad. Lo único que se conserva es el nombre: M.A.D el campeón de la luz.
- ¿Te has dado cuenta Agust? El rey se llama como tus iniciales: Mordre Agust Ducius. Igual a MAD.
- Que cosas tienes Albert. 
 

martes, 21 de septiembre de 2010

El diario del Rey. Tercera parte


-         ¡Arqueros, magos, estáis preparados!- les grite.
-         Todo listo mi señor.
-         ¡Fuego!
Las flechas en llamas encendieron los cielos, impactando sobre los cuerpos de amigos y enemigos.
-         Socorro, auxilio.- se escuchaba de entre las llamas.
-         Señor, mi rey, todavía hay gente viva entre los cadáveres.- decían algunos soldados.
-         Haced caso omiso a las suplicas, pues es sólo una artimaña de los nigromantes.- les respondí.
Aquella acción me enfurecía, no podía encontrar más repulsivo que utilizar a los caídos, a mi gente, a mis amigos que habían dado su vida por defender la nuestra.
-         Acad-na, retum, exalus, tronun. Diosa de los cielos, concédeme tu fuerza.
-         Acad-na, virun, fortum, valjalun. Diosa de los cielos, que tu ira sea la mía.
-         Acad-na, furson, button, farcen. Diosa de los cielos, somos uno con el mundo bajo tu reino.
El cielo se volvió gris oscuro. Nubes de tormenta se posaron sobre el valle. El sonido del fuego consumiendo los cuerpos dejo paso al sonido del trueno.
-         Por el poder de Acad-na, ordeno a los truenos que destruyan a mis enemigos.
Grandes oleadas de relámpagos impactaron sobre los sin nombre. Aquellas túnicas parecían antorchas. El fuego los consumió por completo dejando caer al suelo un montón de huesos ennegrecidos.
Debido al gran esfuerzo casi pierdo la conciencia, pero pude aguantar.
-         Pareces agotado.- dijo Petrio con cara de preocupación.
-         Esta última invocación me ha debilitado bastante, casi no me había recuperado de la anterior.
-         Deberíamos volver a nuestro castillo, reponer fuerzas y reabastecernos.
-         Sabes que si nos quedamos allí atrapados él conseguirá lo que busca.
-         Sí, pero no podemos resistir mucho más aquí al descubierto y tus poderes serán más fuertes en el castillo.
-         Y los de él también. Tenemos que mantenerlo lejos de la piedra primogénita.
-         Bueno, pero debemos resguardarnos en los pasadizos de la montaña, los magos podrán crear barreras que los impidan pasar. El ocaso se acerca, las tropas se encuentran exhaustas y la noche es nuestro peor enemigo.
-         De acuerdo Petrio, que los archí magos se mantengan en la retaguardia cubriendo nuestra retirada a las cuevas.
Las cuevas eran como un laberinto. Excavadas en la roca, cientos de pasadizos, en los que la mayoría llevaban a una muerte segura. Nuestros antepasados lo construyeron como única entrada al castillo de Tryon, en donde reposa la piedra primogénita de la magia, la gran Mar-na. Según cuenta la leyenda, esta la mando Amad-na, la gran diosa de la creación y de la luz. Antiguamente los muertos y demonios caminaban por la faz de la tierra, matando y torturando a cualquier ser vivo. Algunos magos de la antigua tradición se reunieron en la entrada del mundo de los demonios. Conjurando sus antiguas artes invocaron a Arad-na, la diosa de la destrucción y oscuridad eterna. Esta atrajo a todas las criaturas demoniacas hacía la puerta, para que volvieran a su mundo. Hecho esto la puerta se quedo abierta, dando la posibilidad que los demonios recargaran sus poderes en el mundo infernal, volviendo a nuestro mundo mucho más poderosos que antes. Pero nuestros antepasados no eran tontos. Acto seguido invocaron a Amad-na, y esta mando de los cielos la piedra Mar-na que sello la entrada. Esto mató a los magos, ya que gastaron toda su energía vital en las invocaciones.
Muchos aprendices de magos, viendo que la piedra otorgaba poderes a todo aquel que se encontraba cerca, rompieron pequeños trozos de ella, para así poder tener poderes sin tener que recurrir a las invocaciones de las diosas.
Miles de pequeños fragmentos fueron desperdigo nados por todo el mundo, llamándolos piedras de Marg. Un rey antepasado llamado Atrux, se percato que si esto continuaba así podría hacer que los grandes demonios volvieran a nuestro mundo, con lo que mando construir un castillo alrededor. Con la ayuda de la piedra, conjuro una montaña sobre el camino de entrada, dejando el castillo oculto y encerrado entre las montañas. Varios lustros tardaron nuestros antepasados en escavar una salida al valle de Otrix.

-         Ya estamos a salvo, mi rey. Los magos permanecerán toda la noche custodiando la entrada con escudos y barreras mágicas, nada podrá entrar.
-         Muy bien hecho, Petrio.
-         Debería llevarte al castillo, a la sala de la piedra, así podrás recuperar toda tu energía para la batalla de mañana.
-         No sé, Petrio, no me gustaría dejar sola a nuestra gente.
-         Así como estas no podrías parar ni a un gusano de Mored.
-         Ja, ja. Pero quizás tengas razón, esa última invocación me ha dejado para el arrastre y en este estado poco podre hacer.
Durante un buen trecho anduve, con la ayuda de mi capitán. Atravesé  los cientos de metros que separaban la entrada del castillo casi en el límite de la inconsciencia. A cada paso que me acercaba a la piedra, sentía como las fuerzas volvían a mí.
-         Bien, ya estamos en la sala de Mar-na. Descansare un rato y volveremos con nuestros hombres. Y tú deberías descansar también.
-         Petrio, me estas escuchando. Petrio, Petrio… capitán que estás haciendo.
-         Lo siento, mi rey.
-         Eso no será un Rubicrax. Deja eso inmediatamente es una orden.
Petrio se encontraba como en un trance. Del Rubricrax comenzó a salir un humo negro que lo envolvía todo. De la oscuridad salió unas carcajadas y una figura se materializo.
-         Me alegro de verte de nuevo Mordre, cuánto tiempo.- dijo  la figura.
-         Albert, maldito seas, como has conseguido que Petrio me traicionara.
-         No te preocupes, el no quiso cuando lo capture hace 5 días. Si te sirve de consuelo lucho como una fiera y te fue leal hasta el final. Viendo que por las “buenas” ya sabes, con mucha y delicada tortura no iba a conseguir nada, decidí darle muerte y devolverlo a la vida siendo mi siervo. A por cierto Petrio, ya no me eres de utilidad, así que muere de una vez.
Vi como mi amigo Petrio cayó como un muñeco de trapo hacia el suelo.
-         Nunca conseguirás volver  abrir esta puerta.
-         Sabes, para estar en las últimas eres muy brabucón.
Aunque me estaba recuperando rápidamente, mis poderes no estaban restaurados por completo y los de Albert, se encontraban aumentando a cada segundo que pasaba.
-         Te destruiré, nunca dejare que destruyas este mundo.
-         Tú te crees que yo quiero destruirlo, te equivocas Mordre. Mi única intención es traer de vuelta a los demonios, los verdaderos dueños de este infecto mundo de vida.
-         Que te ha pasado, tú antes no eras así, lo recuerdas, éramos amigos.
-         A sí, buenos tiempos aquellos. Y tu recuerdas lo que decía la profecía:
-         Cuando el momento llegue, el bien y el mal volverán a enfrentarse y cada bando escogerá a su campeón. Bien yo soy el campeón del mal y tú el perdedor del bien.- dijo el Nigromante sin parar de reír.
-         Sabes que no te lo permitiré.- sintiéndome mucho más recuperado.
-         ¡Basta de ñoñerías y sandeces!, el final se acerca. El eclipse lunar se acerca y es hora de traer a mis amigos.
  Sin poder evitarlo, Albert invoco unas cadenas que surgieron de la pared apresándome contra ellas.
-         Ponte cómodo, no quisiera que te perdieras el espectáculo.
Comenzó con la invocación para liberar a los demonios. Mis poderes no se encontraban a su altura en estos momentos.
-         Que puedo hacer, no se me ocurre nada con lo que tenga la más mínima oportunidad de atacarlo.- dije para mi mismo mientras contemplaba como Mar-na comenzaba a temblar. Continuara...