- ¡Arqueros, magos, estáis preparados!- les grite.
- Todo listo mi señor.
- ¡Fuego!
Las flechas en llamas encendieron los cielos, impactando sobre los cuerpos de amigos y enemigos.
- Socorro, auxilio.- se escuchaba de entre las llamas.
- Señor, mi rey, todavía hay gente viva entre los cadáveres.- decían algunos soldados.
- Haced caso omiso a las suplicas, pues es sólo una artimaña de los nigromantes.- les respondí.
Aquella acción me enfurecía, no podía encontrar más repulsivo que utilizar a los caídos, a mi gente, a mis amigos que habían dado su vida por defender la nuestra.
- Acad-na, retum, exalus, tronun. Diosa de los cielos, concédeme tu fuerza.
- Acad-na, virun, fortum, valjalun. Diosa de los cielos, que tu ira sea la mía.
- Acad-na, furson, button, farcen. Diosa de los cielos, somos uno con el mundo bajo tu reino.
El cielo se volvió gris oscuro. Nubes de tormenta se posaron sobre el valle. El sonido del fuego consumiendo los cuerpos dejo paso al sonido del trueno.
- Por el poder de Acad-na, ordeno a los truenos que destruyan a mis enemigos.
Grandes oleadas de relámpagos impactaron sobre los sin nombre. Aquellas túnicas parecían antorchas. El fuego los consumió por completo dejando caer al suelo un montón de huesos ennegrecidos.
Debido al gran esfuerzo casi pierdo la conciencia, pero pude aguantar.
- Pareces agotado.- dijo Petrio con cara de preocupación.
- Esta última invocación me ha debilitado bastante, casi no me había recuperado de la anterior.
- Deberíamos volver a nuestro castillo, reponer fuerzas y reabastecernos.
- Sabes que si nos quedamos allí atrapados él conseguirá lo que busca.
- Sí, pero no podemos resistir mucho más aquí al descubierto y tus poderes serán más fuertes en el castillo.
- Y los de él también. Tenemos que mantenerlo lejos de la piedra primogénita.
- Bueno, pero debemos resguardarnos en los pasadizos de la montaña, los magos podrán crear barreras que los impidan pasar. El ocaso se acerca, las tropas se encuentran exhaustas y la noche es nuestro peor enemigo.
- De acuerdo Petrio, que los archí magos se mantengan en la retaguardia cubriendo nuestra retirada a las cuevas.
Las cuevas eran como un laberinto. Excavadas en la roca, cientos de pasadizos, en los que la mayoría llevaban a una muerte segura. Nuestros antepasados lo construyeron como única entrada al castillo de Tryon, en donde reposa la piedra primogénita de la magia, la gran Mar-na. Según cuenta la leyenda, esta la mando Amad-na, la gran diosa de la creación y de la luz. Antiguamente los muertos y demonios caminaban por la faz de la tierra, matando y torturando a cualquier ser vivo. Algunos magos de la antigua tradición se reunieron en la entrada del mundo de los demonios. Conjurando sus antiguas artes invocaron a Arad-na, la diosa de la destrucción y oscuridad eterna. Esta atrajo a todas las criaturas demoniacas hacía la puerta, para que volvieran a su mundo. Hecho esto la puerta se quedo abierta, dando la posibilidad que los demonios recargaran sus poderes en el mundo infernal, volviendo a nuestro mundo mucho más poderosos que antes. Pero nuestros antepasados no eran tontos. Acto seguido invocaron a Amad-na, y esta mando de los cielos la piedra Mar-na que sello la entrada. Esto mató a los magos, ya que gastaron toda su energía vital en las invocaciones.
Muchos aprendices de magos, viendo que la piedra otorgaba poderes a todo aquel que se encontraba cerca, rompieron pequeños trozos de ella, para así poder tener poderes sin tener que recurrir a las invocaciones de las diosas.
Miles de pequeños fragmentos fueron desperdigo nados por todo el mundo, llamándolos piedras de Marg. Un rey antepasado llamado Atrux, se percato que si esto continuaba así podría hacer que los grandes demonios volvieran a nuestro mundo, con lo que mando construir un castillo alrededor. Con la ayuda de la piedra, conjuro una montaña sobre el camino de entrada, dejando el castillo oculto y encerrado entre las montañas. Varios lustros tardaron nuestros antepasados en escavar una salida al valle de Otrix.
- Ya estamos a salvo, mi rey. Los magos permanecerán toda la noche custodiando la entrada con escudos y barreras mágicas, nada podrá entrar.
- Muy bien hecho, Petrio.
- Debería llevarte al castillo, a la sala de la piedra, así podrás recuperar toda tu energía para la batalla de mañana.
- No sé, Petrio, no me gustaría dejar sola a nuestra gente.
- Así como estas no podrías parar ni a un gusano de Mored.
- Ja, ja. Pero quizás tengas razón, esa última invocación me ha dejado para el arrastre y en este estado poco podre hacer.
Durante un buen trecho anduve, con la ayuda de mi capitán. Atravesé los cientos de metros que separaban la entrada del castillo casi en el límite de la inconsciencia. A cada paso que me acercaba a la piedra, sentía como las fuerzas volvían a mí.
- Bien, ya estamos en la sala de Mar-na. Descansare un rato y volveremos con nuestros hombres. Y tú deberías descansar también.
- Petrio, me estas escuchando. Petrio, Petrio… capitán que estás haciendo.
- Lo siento, mi rey.
- Eso no será un Rubicrax. Deja eso inmediatamente es una orden.
Petrio se encontraba como en un trance. Del Rubricrax comenzó a salir un humo negro que lo envolvía todo. De la oscuridad salió unas carcajadas y una figura se materializo.
- Me alegro de verte de nuevo Mordre, cuánto tiempo.- dijo la figura.
- Albert, maldito seas, como has conseguido que Petrio me traicionara.
- No te preocupes, el no quiso cuando lo capture hace 5 días. Si te sirve de consuelo lucho como una fiera y te fue leal hasta el final. Viendo que por las “buenas” ya sabes, con mucha y delicada tortura no iba a conseguir nada, decidí darle muerte y devolverlo a la vida siendo mi siervo. A por cierto Petrio, ya no me eres de utilidad, así que muere de una vez.
Vi como mi amigo Petrio cayó como un muñeco de trapo hacia el suelo.
- Nunca conseguirás volver abrir esta puerta.
- Sabes, para estar en las últimas eres muy brabucón.
Aunque me estaba recuperando rápidamente, mis poderes no estaban restaurados por completo y los de Albert, se encontraban aumentando a cada segundo que pasaba.
- Te destruiré, nunca dejare que destruyas este mundo.
- Tú te crees que yo quiero destruirlo, te equivocas Mordre. Mi única intención es traer de vuelta a los demonios, los verdaderos dueños de este infecto mundo de vida.
- Que te ha pasado, tú antes no eras así, lo recuerdas, éramos amigos.
- A sí, buenos tiempos aquellos. Y tu recuerdas lo que decía la profecía:
- Cuando el momento llegue, el bien y el mal volverán a enfrentarse y cada bando escogerá a su campeón. Bien yo soy el campeón del mal y tú el perdedor del bien.- dijo el Nigromante sin parar de reír.
- Sabes que no te lo permitiré.- sintiéndome mucho más recuperado.
- ¡Basta de ñoñerías y sandeces!, el final se acerca. El eclipse lunar se acerca y es hora de traer a mis amigos.
Sin poder evitarlo, Albert invoco unas cadenas que surgieron de la pared apresándome contra ellas.
- Ponte cómodo, no quisiera que te perdieras el espectáculo.
Comenzó con la invocación para liberar a los demonios. Mis poderes no se encontraban a su altura en estos momentos.
- Que puedo hacer, no se me ocurre nada con lo que tenga la más mínima oportunidad de atacarlo.- dije para mi mismo mientras contemplaba como Mar-na comenzaba a temblar. Continuara...