-¡Sebastian, la puerta!- le grité, pues él estaba más cerca.
-¡Hola!, ¿hay alguien ahí?-se escucho una voz tras la puerta.
-¡Hola!, ¿Quién eres?- le preguntó Sebastian alzando la porra.
-Papa, ¿eres tú? Ya no quiero seguir jugando, sácame de aquí.-
-Perdona pequeña pero yo no soy tú padre. Me puedes decir porque estás ahí dentro.-le dijo Sebastian.
-Quiero ver a mi papa, por favor señor, ¿puede decirle que venga?-
Aquello me parecía de lo más raro. Aquella voz sin duda era de una niña pequeña. No tendría más de 9 o 10 años.
-Sebastian, por favor. ¿Puedes mirar en los cajones a ver si encuentras la llave del candado?-
-Espera un poco. Tu mismo me has dicho que hay que comprobar las cosas antes de actuar. No sabemos porque está ahí encerrada.- me replicó Sebastian.
-Tienes razón. Pero cuando escucho la voz de un niño con ese susto en el tono…bueno, que no razono.-
Aunque la niña no paraba de llamar a su padre, no podíamos fiarnos de lo que pudiera haber detrás de esa puerta. Las cosas nunca son lo que parecen, y más cuando unos zombis parecen haberse adueñado del pueblo ( las imágenes que vi por la ventana no dejaban duda alguna).
-Muchacha, ¿Cuál es tu nombre?-
-Mi papa me ha dicho siempre que no hable con extraños.-
-Muy buen consejo. Veras, yo me llamo Gabriel y mi amigo se llama Sebastian. Y seguro que conocemos a tu padre.-
-Yo me llamo Verónica Spencer. Y mi papa es el jefe de policía. ¿Podéis buscarlo, por favor?-
Un nudo se me cogió en la garganta. Seguramente su padre sería el pobre infeliz que se encontraba abajo con los sesos desparramados por el piso.
-¿Por qué estás ahí encerrada, Verónica?- le preguntó Sebastian.
-No estoy encerrada. Estoy jugando con mi papa, pero lleva mucho tiempo sin decirme nada y ya me he cansado de este juego. Por favor, ¿podéis decirle que ya no quiero jugar más?-
Sebastian y yo, nos miramos sin saber que hacer o decirle. Aquello nos sobrepasaba. No me importaba darle malas noticias a un adulto, pero a una niña pequeña…
-Una pregunta, pequeña. ¿A qué estabais jugando tu padre y tú?- le pregunté.
- Mi papa me dijo que cuando me dejara de hablar, que tenía que permanecer en silencio y no hacer ningún ruido. Escuchara lo que escuchara. Que pronto llegarían unas personas y que me fuera con ellas. Que él luego se reuniría con migo. Pero ya ha pasado mucho rato y ya no quiero jugar más.-
-Tranquila pequeña. Nosotros somos esas personas de las que tu padre te habló. No te preocupes, que pronto te sacaremos de ahí. Sebastian, ayúdame a buscar las llaves.-
-Yo tengo una pequeña llave que me dio mi padre.-nos dijo Verónica.
-Pásamela.-
La pequeña echó por el suelo una llave pequeña de color cobrizo. Muy típica de candado.
-Es esta. Muy bien pequeña, ahora ya puedes salir.- le dije, mientras retiraba las cadenas.
Al abrir la puerta, la pequeña nos estaba apuntando con una pistola…