-¡Venga macho!, que tu puedes. Aguanta un poco más.- me decía.
Los ruidos y el olor se intensificaban por momentos. Lágrimas como puños resbalaban por mi cara.
-¡A la mierda!- grité.
Me levanté de golpe, haciendo que la cama se volcara hacia delante.
-¡Venga cabrón, ven a por mí!-
Unas manos de color negras intentaron agarrarme. De un salto pude esquivarlas, pero en el camino me di un golpe en la cabeza contra la pared de atrás. Algo maravilloso. Sobre todo cuando tienes una resaca y una contusión cojonuda.
Cuando miré hacia delante no podía creer lo que mis ojos estaban presenciando, un zombi.
-¡Joder! Ahora me explico lo de la peste a muerto. Y pensar que casi me muero asfixiado de bajo de un catre carcelario. ¡He tú, el de al lado! ¿Por qué no me dijiste lo que era? Tanta historia por un zombi. Y sólo por uno.-
-Pero tío, ¿estás mal de la cabeza? ¿Cómo que tanta historia por un zombi? ¿A ti te parece esto corriente?-me preguntaba mi compañero.
Mientras que el vecino de al lado intentaba digerir mi chulería, el susodicho zombi, intentaba abrirse paso a través de los barrotes de mi celda.
-Tranquilo chiquito. Que ya mismo te voy a quitar las tonterías esas que tienes de intentar comerme.-
Recogí la sábana del suelo. Luego le di una cariñosa patada al wáter. Envolví los trozos resultantes en la sábana, y dándole un par de vueltas sobre sí mismo, fabriqué una improvisada arma.
-A ver, monstruito. ¿Quién se va a comer todo esto?-
Los gritos del zombi eran cada vez más desagradables, y sinceramente, el desodorante que usaba había perdido su eficacia hacía ya tiempo, y no soportaba más el olor.
Dando vueltas a la sábana como si de una honda se tratase, intenté darle en toda la cabeza con los trozos de mármol.
-Joder, he fallado. No importa, a la segunda va la vencida.-
Cinco intentos después, conseguí mi objetivo. El golpe fue tremendo. Cayó desplomado hacia atrás. El cráneo se hizo mil pedazos al contacto con el suelo. Los trozos de cerebro se desparramaron por la habitación.
-Ahora sí que huele bien.- decía mientras me ponía la mano en la boca.
-¡Lo has matado! ¡De puta madre! ¡Ya no eres tan duro poli de mierda!- gritaba mi vecino.
- Y eso no es lo mejor. En menos de un minuto estaremos fuera de este hotel. La verdad es que no me ha convencido la estancia en el. El servicio es pésimo.- le decía, mientras que tiraba de las piernas del policía hacia mi celda.
De pronto, el cuerpo comenzó a convulsionar…