sábado, 14 de mayo de 2011

Una de Zombis


-¡Venga macho!, que tu puedes. Aguanta un poco más.- me decía.
Los ruidos y el olor se intensificaban por momentos. Lágrimas como puños resbalaban por mi cara.
-¡A la mierda!- grité.
Me levanté de golpe, haciendo que la cama se volcara hacia delante.
-¡Venga cabrón, ven a por mí!-
Unas manos de color negras intentaron agarrarme. De un salto pude esquivarlas, pero en el camino me di un golpe en la cabeza contra la pared de atrás. Algo maravilloso. Sobre todo cuando tienes una resaca y una contusión cojonuda.
Cuando miré hacia delante no podía creer lo que mis ojos estaban presenciando, un zombi.
-¡Joder! Ahora me explico lo de la peste a muerto. Y pensar que casi me muero asfixiado de bajo de un catre carcelario.  ¡He tú, el de al lado! ¿Por qué no me dijiste lo que era? Tanta historia por un zombi. Y  sólo por uno.-
-Pero tío, ¿estás mal de la cabeza? ¿Cómo que tanta historia por un zombi? ¿A ti te parece esto corriente?-me preguntaba mi compañero.
Mientras que el vecino de al lado intentaba digerir mi chulería, el susodicho zombi, intentaba abrirse paso  a través de los barrotes de mi celda.
-Tranquilo chiquito. Que ya mismo te voy a quitar las tonterías esas que tienes de intentar comerme.-
Recogí la sábana del suelo. Luego le di una cariñosa patada al wáter. Envolví los trozos resultantes en la sábana, y dándole un par de vueltas sobre sí mismo, fabriqué una improvisada arma.
-A ver, monstruito. ¿Quién se va a comer todo esto?-
Los gritos del zombi eran cada vez más desagradables, y sinceramente, el desodorante que usaba había perdido su eficacia hacía ya tiempo, y no soportaba más el olor.
Dando vueltas a la sábana como si de una honda se tratase, intenté darle en toda la cabeza con los trozos de mármol.
-Joder, he fallado. No importa, a la segunda va la vencida.-   
    Cinco intentos después, conseguí mi objetivo. El golpe fue tremendo. Cayó desplomado hacia atrás. El cráneo se hizo mil pedazos al contacto con el suelo. Los trozos de cerebro se desparramaron por la habitación.
-Ahora sí que huele bien.- decía mientras me ponía la mano en la boca.
-¡Lo has matado! ¡De puta madre! ¡Ya no eres tan duro poli de mierda!- gritaba mi vecino.
- Y eso no es lo mejor. En menos de un minuto estaremos fuera de este hotel. La verdad es que no me ha convencido la estancia en el. El servicio es pésimo.- le decía, mientras que tiraba de las piernas del policía hacia mi celda.
De pronto,  el cuerpo comenzó a convulsionar…

miércoles, 11 de mayo de 2011

HISTORIA DE UN ASESINO A SUELDO 11/05


-         No sé tío. Estoy esperando que me llamen de la villa Turística. Me han dicho que hacía falta un camarero, y me dijeron que hoy me llamarían.
-         Tú mismo, ¿pero si cambias de idea? Pásate esta noche por allí. Huy, que tarde es. Me voy, dale recuerdos a Mercedes.
-         Se los daré. Que te vaya bien en tú nuevo trabajo.
-         Espero que encuentres algo. Hasta luego.
Con otro fuerte abrazo, me despedí de Francis.
 Mientras volvía a esperar mi turno en soledad. La idea de trabajar en el Tártaro, se hacía más plausible a cada momento. Si esta tarde no encuentro nada, tendré que coger su oferta. Eso sí, si salgo hoy de aquí, pues esto va muy lento.
Las farolas de la plaza comenzaron a encenderse. Cada vez llegaba menos luz del sol, y el frio empezó a hacerse notar. Cuando vi al hombre que había delante entrar, me alegre bastante, pues después iba yo. No pasó más de diez minutos cuando pude entrar por fin.
-         Buenas, ¿en qué puedo ayudarle?- me dijo una mujer que se encontraba allí sentada en una mesa.        

-         Buenas tardes. Pues vera… Necesitaría saber si puedo cobrar algún tipo de ayuda. Mi ex jefe nos estafo y encima de quedarme parado, no puedo cobrar el paro ni nada. No encuentro nada, tengo dos niños pequeños y mujer. Una hipoteca y con lo poco que cobra mi mujer… vamos, que no llegamos.

-         ¿Pero usted es español, verdad?-

-         Pues sí, ¿qué tiene eso que ver con mi situación?- le pregunté todo desconcertado.

-         Pues vera. Sólo nos permiten dar ayudas para emigrantes y clases de exclusión social. Y sintiéndolo mucho, usted no se encuentra entre ese grupo.
La cabeza comenzó a darme vueltas como si de una peonza se tratara. Después de pasar la mayor vergüenza de mi vida, de tragarme todo el orgullo para tener que pedir algo de ayuda… me dicen que si no soy extranjero o yonki, no tengo derecho a nada. Una rabia desorbitada empezó a bullir dentro de mí, mientras que la mujer me miraba con susto. Respiré profundamente, conté hasta seis y mordiéndome el labio inferior, salí por la puerta sin decir nada. No podía creer lo que me había dicho esa maldita mujer. Que por ser español, no tengo derecho a nada. Lo más gracioso de todo esto, es que a los que les conceden las ayudas, van a pedirlas con unos coches que ya me gustaría a mi tenerlos. Simplemente con echar un vistazo a sus ropas, se podían ver que eran de marca. Algo impensable en cualquier casa que pase apuros económicos. Pero eso es lo que hay, asuntos sociales no está hecho para la gente normal que en un momento dado le vayan las cosas mal, está hecha para… bueno, no quiero seguir alimentando mi ira, pues ya me sangra bastante el labio.  
Mi vida se desmoronaba por momentos. Siempre pensé que siendo bueno en la vida, sólo te pasarían cosas buenas.  JA, JA, JA, JA, JA, JA.

sábado, 7 de mayo de 2011

HISTORIA DE UN ASESINO A SUELDO 07/05


  La imagen te todas aquellas personas era de lo más impactante. Había gente de todas las clases y razas posible, a excepción de algún chino. Ahora entendía lo que el presidente quería decir con lo de la alianza de civilizaciones: rumanos, moros, ecuatorianos, gitanos, negros, blancos, mitad y mitad, gente que antes sólo las veías comiendo en buenos restaurantes, jubilados, madres solteras, gente corriente y como siempre, ha aquellos que aunque hayamos pasado buenos tiempos de trabajo y prosperidad, siempre están en servicios sociales. Todos allí reunidos, pidiendo algo de limosna para poder vivir. Cada vez que me acuerdo, dejo caer una lágrima por lo frustrante de la situación. A nadie le gusta tener que pedir, bueno, a casi nadie.
Me encontraba muy nervioso y no paraba de fumar. Vueltas y más vueltas deseando que me tocase de una vez y así poder pasar el mal rato cuanto antes.
-         Toni, Toni.- escuche una voz llamándome.
Al girarme pude ver a un amigo mío salir de la residencia. Era Francisco, un amiguete de mis tiempos de juerga. Mi amigo siempre había sido muy buen chaval, pero el pobre parecía que lo había mirado un visco. La mala suerte y el son compañeros de viaje, siempre le han salido las cosas mal. Es la única persona que conozco que ha comprado un huevo kínder y no le ha salido la sorpresa.
-         Qué alegría de verte, Francis. ¿Cómo te va la vida?- le pregunté dándole un fuerte abrazo.
-         No me puedo quejar. Mañana me voy para Sevilla. Me ha salido un buen trabajo allí como camarero en un hotel. ¿y tú que te cuentas, sinvergüenza?, ¿es qué has venido a ver a algún abuelo?
-         Ojala. Las cosas se han puesto muy jodidas. Vengo a servicios sociales, por si me pueden ayudar. ¿no sabes nada de ningún trabajo?- le pregunte esperanzado.  
-         Pues sí. El mío. Hoy sería mi último día. Si quieres hablo con Iván, mi jefe. No creo que haya ningún problema.
-         ¿Pero dónde estás trabajando?- le pregunte, con los ojos como platos, pensando en la suerte que había tenido.
-         Ha, es verdad. Que tú nunca vas por allí ya. Pues estoy en el tártaro de camarero por las noches.
Cómo si me lanzara a una piscina de agua helada. El tártaro, el bar más chungo y problemático de toda la mancomunidad de la sub bética. Ha habido pocos asesinatos en Priego, pero los pocos que ha habido, han sido siempre o en la puerta del bar o en sus alrededores. Y qué decir de sus famosas peleas. Cuando era más joven, mis amigos y yo entremos un par de veces. Las dos salimos a hostias de allí. Como en las películas americanas, todos contra todos. Por suerte nadie denunciaba a nadie y si se te ocurría hacerlo, bueno, preguntarle a Alfonso Díaz Ruiz. Eso si lo encontráis, pues lleva quince años que nadie sabe nada de él. ¡Qué suerte la mía!