domingo, 20 de marzo de 2011

Una de Zombis

-¡Cómo me duele la cabeza!- exclamé.
Toda la habitación me daba vueltas, y no podía recordar lo que me había pasado.
-¿Dónde cojones estoy?- me pregunté, mientras intentaba poner orden en mis recuerdos.
Eché un rápido vistazo a mi alrededor. La habitación en la que me encontraba era de dos metros por dos metros. Tenía un wáter a mi izquierda, un camastro a mi derecha y en frente de mí, unos grandes barrotes.
-¡Pero si estoy en un calabozo!- grité.
- ¡No grites, o él volverá!- escuché una voz salir de la pared de al lado.
-¿Quién eres tú? ¿Y dónde estamos?- le pregunté, mientras me acercaba a la reja.
-¡Por dios, cállate de una puta vez! Me ha costado mucho trabajo que se fuera, y si oye ruidos, volverá.
Aunque la cabeza estaba apunto de estallarme, sé por experiencia, que si alguien te pide que te calles con miedo en la voz, es mejor hacer caso.
Mientras aclaraba mi cabeza, eché un vistazo a la habitación. Había una mesa llena de papeles y carpetas revueltos, con un ordenador  destrozado.  Un poco más adelante se podía ver unas escaleras que, seguramente, conducirían al piso de arriba. El armario de las armas se encontraba a la derecha, abierto. Podía ver desde mi posición muchos cartuchos y balas des perdigonadas por el suelo, pero ningún arma. Pero lo que más me preocupó fueron unas manchas rojas oscuras, casi negras, que se encontraban por todo el suelo.
Poco a poco fui recordando. El dolor de cabeza fue dando paso a imágenes, más o menos nítidas, y pasado unos minutos, recordé donde estaba y por qué.
Resulta que la noche de antes me encontraba tomando unas copas con los amigos, lo normal de un viernes, ocho o nueve cacharros. De pronto vi como un impresentable se metía con una chica del bar. No suelo meterme en peleas, pero esa mujer lo valía. Me levanté y fui dispuesto a partirle la cara a ese baboso. Le pregunté a la muchacha que si le estaba molestando, y al contestarme que si, le pedí amablemente al imbécil que la dejara en paz. Haciendo caso  omiso a mi propuesta, en un alarde de buenos modales, le cogí por detrás y lo lancé por lo alto de la barra, dando a parar sobre las bebidas.
-¿Está bien, señorita?- le pregunté, esbozando mi mejor sonrisa.
- Gracias, ya no sabía cómo quitármelo de encima. Me llamo  María, ¿y tú?
-Pues me llamo…-no pude acabar la frase. Un botellazo impacto en mi cabeza. Debía ser de de whisky por el olor que salía de mi pelo, y whisky del malo por lo que veo.
Los demás recuerdos son algo más confusos. Sólo puedo ver imágenes fugases de sillas volando, de mis amigos contra todo el bar, del “pesado” chorreando sangre por la cara y dando recuerdos a mi madre. Lo último que recuerdo es que llegaron los pitufos y me esposaron.
-¡Mierda! No tengo el teléfono de esa chica.
-¡Hurrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr!
-¿Pero quién coño grita así?
-¡Va a volver! ¡Será mejor que te metas debajo de la cama y no hagas ruido!-gritó mi compañero de “piso”
Después de ver tantas y tantas películas de terror, sé que cuando escuchas un grito así, y alguien dice que hay que esconderse, uno se esconde y pregunta luego.
Rápidamente me metí debajo de la cama. Cayado y casi sin respirar, pude ver como unas botas negras bajaban por las escaleras. Un olor a descomposición embargó toda la habitación de repente. Casi vomito. Cuando esas botas estuvieron cerca de mis barrotes, oí unos gruñidos, como si un animal estuviera olfateando el lugar. Acto seguido unos chorreones  se escurrían por las botas de lo que parecía ser sangre y babas. El olor se hizo todavía más insoportable. Los ojos me lloraban y las arcadas eran cada vez más fuertes. No sé lo que podría aguantar en esa situación, pero no más de cinco minutos sin echar las papas…

HISTORIA DE UN ASESINO A SUELDO 20/03

Cuando el sol empezaba a despuntar, arto de estar en la cama, pues a eso de las tres de la mañana perdí completamente el sueño, decidí ponerme en pie. Me levante todo lo silencioso que pude para no despertar a mi mujer. Pero fue inútil, pues parece ser que las mujeres tienen una especie de radar, y se dan cuenta de todo aunque estén durmiendo.
-         Anda, cariño. Solo son las siete y cuarto. Todavía no se tienen que levantar los niños y podemos estar un ratito más durmiendo.- me dijo mi mujer, mientras se frotaba los ojos.
-         Es que no puedo dormir más rato. Ya me duele el cuerpo de estar tanto rato acostado y no tengo nada de sueño.
-         No me extraña. Has estado toda la noche muy nervioso, dando vueltas y diciendo cosas sin sentido. Además no has parado de levantarte e ir a las habitaciones de los niños. ¿Qué es lo que has estado soñando que te a puesto tan nervioso?- me pregunto, mientras bostezaba.
-         Nada, mi vida. Si te digo la verdad, no me acuerdo de nada. Ya sabes como soy, cuando me quedo frito, no me entero de nada. Lo mismo he estado sonámbulo.- le conteste. Aunque tenía en la mente todo muy fresco, no quise que se preocupara lo más mínimo.
-         La verdad es que sí. Desde que te conozco siempre has hecho cosas muy raras y eso es una de las cosas que más me gustan de ti. Ven aquí y dame un beso de buenos días.
Sin decirle nada, me abalance sobre ella, rodeándola con mis brazos y fundiéndonos en un gran beso. Entre risas y arrumacos, mis ojos se clavaron en los suyos. Llegué incluso en perderme en ellos. Eso siempre me a reconfortado mucho.
-         Cada día estoy más enamorado de ti. Si no fuera por ti y los niños, mi vida no tendría sentido alguno.
-         Anda ya, mentiroso.- me contesto, mientras pasaba sus dedos por mi pelo, sin apartar la mirada de mí.
-         Es verdad. No sé qué haría si os perdiese alguno de los tres. Sois todo en mi vida. Y os juro que nunca tendréis que pasar fatigas en la vida, mientras que por mis pulmones quede un solo soplo de aire.
-         Huy, como te has levantado esta mañana de cariñoso. Eso es por todo el follón que tenemos, ¿verdad? No te preocupes más por eso, veras como todo acaba arreglándose. Anda, vamos a desayunar.
Mientras mi mujer nos preparaba el desayuno, decidí ir despertando a mis hijos. Me encanta despertarlos a besos. Ellos por su parte me lo ponen difícil, pues si por ellos fuera, se quedarían toda la mañana durmiendo.
-         Un ratito más, por fi.- me decían los dos.
-         Anda, que hoy es el último día de clase y no podéis llegar tarde.- les decía mientras seguía comiéndomelos a besos.
Me costó lo suyo, pero al final conseguí que mis pequeñas fieras abrieran los ojos y fueran a desayunar. Aquella mañana fue magnífica. Mi mujer nos preparó churros, acompañados con unas buenas tazas de chocolate casero. La escena de todos juntos comiendo entre risas, me recordaba a un capítulo de una serie de la tele, la cual ahora mismo no recuerdo el titulo, pero seguro que todo el mundo sabe de cual hablo.
Una vez, mi mujer y mis hijos se fueron para la escuela, yo me dispuse a vestirme para ir al juzgado. La cita la tenía a eso de las nueve de la mañana, tenía solamente media hora para arreglarme e irme. Por suerte, el palacio de justicia se encontraba a cinco minutos de mi casa. Me puse guapo y me dirigí hacia el juzgado. Al llegar, pude ver a dos de mis compañeros esperando ante la puerta del juez.
-         Buenos días, ¿vosotros también os han citado para declarar?- les pregunté a los dos. Aunque sabía que esos dos habían estado trabajando con migo, desconocía por completo sus nombres.
-         Pues sí. ¿y tú eres..?- me dijo el más bajito de los dos.
-         Perdonar, me llamo Toni. Yo era el encargado de preparar los palés y de colocarlos en el almacén. Casi siempre me encontraba manejando el torillo.
-         A sí, ya me acuerdo de tu cara.- me dijo el otro.
-         Yo me llamo Juan, y este es mi hermano Emilio. Nosotros estábamos con los camiones repartiendo. ¿ a ti también te han estafado con los papeles?
-         Sí. Nunca me lo hubiera imaginado de Francisco. Parecía muy buena persona.
-         ¡Ese tío es un gran hijo de puta!, sí me lo encontrara por la calle, te juro que le reviento la cara a puñetazos.- me dijo Emilio, que era el bajito de los dos.
-         Señor Hidalgo.- me dijo un funcionario, que salió de la puerta del juez.
-         Sí, soy yo.-le contesté.
-         Le toca a usted, sígame.- me dijo, mientras que se metía para adentro.
-         Un placer muchachos y espero que todo esto se arregle pronto.- les di la mano a cada uno para despedirme y entré.
Estaba completamente asustado. Nunca antes había estado en presencia de un juez, o en este caso, de una jueza.
-         Buenos días, ¿es usted el señor Hidalgo, de nombre Toni?- me dijo la jueza, con una voz que no parecía que fuese suya.
-         Sí, soy yo.- le conteste, muy acongojado por aquella voz.
-         Bien. Dele usted a mi secretario el carnet de identidad.
-         Aquí lo tiene.
Mientras que el secretario comprobaba mis datos, la jueza se encontraba absorta, mientras que leía unos documentos. Yo me puse nervioso y comencé a mirar hacía todos lados. Un silencio sepulcral, recorría toda la habitación. Y sólo fue roto por la voz del secretario, que anunciaba a la jueza, que podía comenzar con la vista oral.
-         Bien, señor Hidalgo. ¿Qué sabe de el supuesto fraude de su ex jefe, el señor García Zarza, a podido realizar en contra de los trabajadores y la seguridad social?- me pregunto la jueza.

viernes, 11 de marzo de 2011

HISTORIA DE UN ASESINO A SUELDO 11/03

Yo tengo uno mejor: Trabajar para pagar y no pagar para trabajar. Siempre estas pagando cosas, cuando no es un recibo de algo, es el mantenimiento de cuenta, la contribución, la basura o una multa que ni siquiera sabías que te habían puesto. Y lo mejor de todo es cuando un mes te viene la cosa mal, todos te vienen de golpe. Ya me los imagino en sus oficinas, sentados y maquinando como apretarte la soga al cuello. Parece como si supieran que este mes no tienes suficiente dinero para llegar a fin de mes, y se ponen todos de acuerdo en mandártelo junto.
-         ¿Qué tal te ha ido el día, cariño?, ¿pudiste averiguar algo en el paro?- me pregunto mi mujer, mientras me daba un beso en la mejilla.
-         Que va. Ahora resulta que mi ex jefe nos ha estafado a todos y para colmo, no tenemos paro.
-         ¿Pero eso como a sido?-me dijo mi mujer con cara de preocupación.
-         No tengo ni idea. Lo único que sé, es que a estafado a los trabajadores y a la seguridad social un pastón, y el muy cerdo se a fugado con los dineros dios sabe dónde.
-         ¿Pero no puedes echar el paro entonces?
Durante un buen rato, le conté todo lo que me había pasado y lo que Daniel me había contado en el bar de Paco.
-         ¿Y ahora, que hacemos?
-         Tranquila mi vida, mañana tengo que ir al juzgado a declarar, pues me han mandado una citación. Por lo pronto, el sindicato se ha encargado de poner una denuncia colectiva. Es sólo cuestión de tiempo.
-         Sabes que no tenemos casi dinero y los reyes están a la vuelta de la esquina. Si no encontramos trabajo alguno de los dos, con la ayuda no llegamos. Hoy me han vuelto a llamar del banco. Ya debemos dos recibos de la hipoteca. Además hay que comprarle ropa a los niños, no paran de crecer y se le queda chica en nada.
-         Lo sé. No me agobies, quieres. Sé todo lo que debemos y como están las cosas. Intentaré buscar algo para las fiestas. Por lo demás, otra cosa no puedo hacer ahora mismo. Mañana cuando vaya al juzgado, veré que se puede hacer y como están las cosas.
-         Tienes razón, Toni. Preocuparse más no nos lleva a ningún lado. Ya está la comida. Anda siéntate y come.- me dijo mi mujer, esbozando una gran sonrisa.
-         La verdad es que no tengo mucha hambre. Estoy bastante cansado y me duele mucho la cabeza.
-         Por eso, comes algo, te tomas una pastilla y te acuestas. Llevas muchos días que casi no duermes y tu cuerpo se reciente.
Hoy tocaba arroz con pollo. Me comí solamente un poco, y fue una lástima, pues a ella le sale de lujo. Luego me tome un paracetamol, y me fui directo para la cama. Mientras me ponía un viejo pijama de felpa, al cual le tengo mucho cariño, sentí las voces de mis niños y la de mi suegra. Ella se había encargado de recogerlos. No tenía muchas ganas de salir, así que me metí rápidamente en la cama.
-         ¡Papa, papa!- gritaron mis dos pequeñines, irrumpiendo en la habitación.
-         Ya están aquí mis niños preferidos.- les dije, mientras los abrazaba.
-         Papi, mañana es el último día de clase, y después las vacaciones. Me ha dicho la maestra que este año me he portado muy bien y que soy su mejor alumna. Así que este año, los reyes se portaran mejor, ¿a que sí, papi?- me dijo mi niña con toda la ilusión que un niño puede transmitir. 
Un fuerte nudo en la garganta me impidió el poder decir algo.
-         Y yo también me he portado muy bien, que me lo ha dicho mi maestra, papa.- me dijo mi hijo.       
No pude contenerme y las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos.
-         ¿Por qué lloras, papi?, ¿es que te duele algo?, ¿estás malito?-me preguntaba mi hija, mientras que me ponía la mano sobre la frente, para ver si tenía calentura.
-         No te preocupes, mi vida. Es que me duele una muela y por eso lloro. Anda, tú y tú hermano iros a comer, que tendréis mucha hambre.
-         Vamos, dejad a papa que está muy cansado. Ya tenéis el plato puesto.- les dijo mi mujer, llevándoselos tras de sí.
Aquello fue una puñalada en el corazón. El año anterior les colme de regalos, pensando en que todos los años iban a ser igual. Durante todo el año les decía que si sacaban muy buenas notas, los reyes magos lo sabrían y les traerían todo lo que quisiesen.  Y ahora, como le explica a dos niños de diez y nueve años, que este año lo mismo, ni tienen regalos. La garganta se me quedaba seca y el simple hecho de tragar algo de saliva, me producía un dolor muy agudo, como si tragara cristales. Aunque me encontraba muy cansado, no podía pegar ojo. Vueltas y vueltas en la cama, mientras podía sentir el jaleo que formaban mis dos pequeños. Las horas pasaban y mi mente sólo podía pensar en mi situación y en la mala suerte que se cernía sobre mí. Lloraba y maldecía al mismo tiempo todo lo que me estaba ocurriendo. Al cabo de cuatro o cinco horas, ya exhausto, me quede dormido. Fue una noche horrible, pues en vez de poder descansar a pierna suelta, solamente soñé con desgracias e infortunios. Aunque nunca había creído en la interpretación de los sueños, todo lo que mi mente me mostraba, lo asimile de tal manera como si eso fuera la ante sala de lo que me podía deparar el futuro. Soñé en que perdía mi casa, que acababa en la calle con mi mujer y mis hijos. Que no teníamos donde vivir y teníamos que sobrevivir a base de la caridad de las personas. Que la gente pasaba por nuestro lado y me arrojaban monedas, mirándonos con una mezcla de desprecio y lástima. Mi mujer, cansada de pasar fatigas, me abandonaba y que se iba con otro. Yo, que iba a buscar trabajo y no encontraba por mucho que buscara. Que me metían en la cárcel, por no poder pagar lo que debía. Que los servicios sociales me quitaban la custodia de mis niños y no los veía más. Incluso llegue a imaginarme que mis hijos morían por desnutrición. Fue una noche terrible. Las imágenes de aquello me parecieron tan reales, que más de una vez me levantaba sobresaltado, veía que mi mujer se encontraba a mi lado y levantándome de la cama, iba a comprobar las habitaciones de mis hijos y ver que se encontraban ahí. Las pesadillas que sufrí aquella noche, fueron en parte el detonante para que aceptara convertirme en un asesino. Aun hoy, tengo esos recuerdos muy presentes cuando tengo que hacer algún trabajillo.

domingo, 6 de marzo de 2011

HISTORIA DE UN ASESINO A SUELDO 06/03

Nos dirigimos hacía Casa Paco, que era la cafetería que se encontraba más cerca de nosotros y además, era muy amigo nuestro. Mientras llegábamos a nuestro destino, Daniel me contaba así por encima algo de lo que había sucedido. Casi no pude seguirle en la conversación pues casi todo eran tacos y maldiciones. Sólo entendía algo sobre los papeles y las nóminas atrasadas. Veinticinco años de amistad, y nunca lo había visto tan enfadado.
-         Ya estamos aquí, coge una mesa mientras que yo pido.- me dijo Daniel.
-         Pídeme un café bien cargado.- le pedí.
-         Buenos días Paco. Ponme dos cafés con leche y bien cargados, por favor.
-         Buenos días Daniel. ¿Qué te pasa?, nunca te había visto tan serio. ¿Algún problemilla?- le pregunto Paco, mientras preparaba los cafés.
-         Nada. Que el cabrón de nuestro ex jefe nos a hecho una putada y de las gordas.
-         La cosa es que está muy mal y muchos empresarios se aprovechan con la situación. Pero tú no te enfades mucho, que acabaras con una úlcera. Como siempre he dicho: la vida hay que tomársela con tranquilidad y buen humor, pues no saldrás vivo de ella.
-         Qué razón tienes, figura. Bueno, ¿qué te debo?
-         A estos invito yo.
-         Muchas gracias, campeón.- dicho esto, Daniel cogió los dos cafés y se dirigió hacía la mesa del fondo donde me encontraba.
-         Aquí tienes tú café, Toni.
-         Y bien, ¿qué es eso tan importante que tienes que contarme?- le dije mientras sacaba dos cigarrillos.
-         Cuando te lo cuente, no vas a poder creértelo.- me dijo, a la vez que removía con saña el café y clavaba los ojos en la mesa.
-         ¿Pero me lo vas a contar o qué? Si es una tontería de las tuyas, vas a cobrar, pues tengo muchas cosas que hacer esta mañana.
-         Si es para cobrar el paro, olvídalo.
-         ¡De que narices estás hablando!- le dije todo alterado.
-         Qué el cabrón de Francisco, no la a jugado pero bien. No sé como lo a hecho pero nos a dejado a todos sin nada. Y es más, tienes que ir al juzgado a declarar.
-         ¡Queeeeeeeeeee!, espero que esto sea una broma.- le dije.
-         Ojalá lo fuera, pero es más serio de lo que parece. Te lo voy a explicar todo. Resulta que a primeros de año cogieron y nos dieron a todos de baja en la seguridad social sin decirnos nada. Pero eso no es todo. Falsificando nuestros papeles, hizo que todos cobráramos el paro, no sé cómo pudo hacerlo, y hizo que la seguridad social pagara todo en una cuenta a su nombre. Así que aparte de no pagarnos, el muy cerdo se a quedado con todo nuestro paro, el tuyo, el mío y el de los demás. Y si fuera poco, se encuentra en paradero desconocido. La policía ya está investigando, pero a nosotros nos ha dejado con el culo al aire.
-         ¿Pero eso como puede ser posible?- le pregunte, mientras que me encendía otro cigarro.
-         La verdad, no lo sé. Ya sabes que en esta vida con dineros se puede conseguir todo. Lo único que se, es que a defraudado a todo el mundo y se a llevado una pasta, pues desde Enero, lleva sin pagar a ningún proveedor y además se a quedado con todo nuestro dinero. Yo calculo que se ha podido llevar más de cinco o seis millones de euros.
Aquella noticia hizo que se me viniera el mundo encima. Sin trabajo a la vista, sin dineros, con dos niños pequeños y sin la posibilidad de poder cobrar aunque fuera el paro, me produjo una sensación de ahogo. La vida a veces se complica de una forma, que sueles pensar en que es lo que has podido hacer de malo para merecer tal cosa.
-         Entonces, ¿qué es lo que podemos hacer?- le pregunte, con los ojos llenos de lágrimas por la rabia e impotencia que sentía.
-         Pues ahora mismo, nada.  El sindicato ya ha puesto la denuncia y sólo nos queda esperar a que cojan a ese mamón. A por cierto, antes de que se me olvide, seguramente te llamaran si no lo han hecho ya del juzgado para que vayas a declarar. Huy, que tarde es, tengo que recoger a mi novia a la estación. ¿Te vienes con migo?
-         No. Atrocharé por el camino del cementerio. No tengo ganas en estos momentos de nada y quiero llegar pronto a mi casa.
-         Tú mismo, pero no te amargues por culpa de ese maldito bastardo. Veras como pronto se enmienda la cosa. Chao.- y salió de allí como una flecha.
Me levante de mi asiento y me dirigí hacia la salida con la cabeza cabizbaja, las manos metidas en los bolsillos y con la vista clavada en el suelo. Paco se despidió de mí a voces, pues no le presté mucha atención a las tres veces que me dijo adiós. El palo que me habían comunicado me tenía absorto.
-         Lo siento, Paco. Es que voy pensando en mis cosas y no te había oído.
-         ¿Todo está bien?- me pregunto, mirándome con cara de preocupación.
-         Si, tranquilo. Sólo son problemillas sin importancia.- le contesté, quitándole algo de hierro al asunto.
-         Bueno, ya sabes que si necesitas algo y está en mí mano poder ayudarte, puedes contar con migo.
-         Muchas gracias. ¿Sabes de alguien que esté dando trabajo?
-         Ahora mismo no se de nadie, pero si me entero de algo, te llamare sin falta. Por eso no te preocupes.
-         Te lo agradezco de todo corazón. Nos vemos.
-         Hasta luego, Toni, y alegra esa cara, que veras como todo se arregla.
-         Eso espero.
Me marché de allí cerca de la una y media. De camino de vuelta a mi casa, no paraba de darle vueltas a todo lo que Daniel me dijo. La vida se complicaba y yo, no podía tirar la toalla. Mis niños dependían de mí para sacarlos adelante. Casi sin darme cuenta, había llegado a mi piso. Mi mujer se encontraba en el balcón, limpiando los cristales. Cuando alcé la vista y la mire a los ojos, las preocupaciones pasaron a segundo lugar. Ella al ver que la miraba, me devolvió una sonrisa, la cual me hizo que se me olvidaran todos los problemas.
-         Ya te abro, cariño.- me dijo desde lo alto.
Al entrar fui derecho hacía el buzón, el cual se encontraba lleno de cartas. Pasando una por una, vi una notificación del juzgado. Tal y como Daniel me dijo, se me citaba para mañana a las nueve, para declarar por el caso “cemento”. Los nombres de los operativos policiales siempre me han resultado curiosos. Las demás cartas eran de mis amigos: telefónica, la sevillana, el Cajasur, el Santander… todos mis conocidos comunicándome que o les debo, o que pronto tendré que volver a pagarles. Hay un dicho que es: trabajar para vivir y no vivir para trabajar.