Lejos de deprimirme más, me levante el lunes con ganas de comerme el mundo. Me preparé un buen café y le hice a mi familia una buena cantidad de tortitas. Una vez hube desayunado con mi mujer, pues al poco de levantarme ella se vino detrás de mí, le di un fuerte beso y con mi mejor sonrisa le dije:
- Hoy creo que va a ser un buen día, así que saldré a buscar trabajo por todo Priego y seguro que encontraré algo.
- Muy bien, mi vida. Te recuerdo que hoy hemos quedado para comer en casa tus padres. Luego más tarde levantare a los niños y nos iremos para ya,¿ te parece bien?- me dijo, devolviéndome la sonrisa.
- Me parece estupendo, allí nos vemos.- cogí las llaves del pequeño colgador de la entrada y salí con mucha confianza en mí mismo. Hoy todo volvería a ser como antes.
Baje a mi cochera y saque una vieja moto, la cual me habían prestado, y me dispuse a emprender mí viaje. Un viaje para salir de las listas del paro. Visité a todo el mundo. Hablaba con cualquier persona que se cruzaba en mí camino y le preguntaba si sabían de algún trabajo. Nada de nada. Como Priego no tiene mucha industria que digamos, me recorrí todas las empresas en una sola mañana, diciéndome en todas siempre lo mismo: no hay faena, tenemos que echar a gente, la cosa esta muy mal… Pero eso no me desanimó. Después de comer volvería a recorrerme Priego, pues a los bares no me ha dado tiempo de preguntar y aproximándose las fiestas de navidad, seguro que algo encontraría.
Y como la cosa todavía se puede complicar, zas, se complico. Cuando llegue a casa mis padres, mi mujer e hijos, ya estaban allí. Estuve jugando un rato con mis niños, cuando sentía que a mi mujer le pasaba algo. Cuando la miraba, podía ver en sus ojos una mirada de preocupación.
- Venga niños, iros a chinchar a los abuelos, que hace mucho que no os ven.
- Si papa.- me contestaron los dos a dúo. Y como balines, se fueron en busca de mis padres.
- Niña, ¿te encuentras bien? Llevo todo el rato pensando en que te ocurre algo.
- La verdad es que sí, cariño. Pero no quería decirte nada para no preocuparte y menos para que tus padres se preocupen más por nosotros.
- Venga, cuéntame. Veras como no es tan grave.- le dije, intentando animarla y de paso animarme yo.
- Al poco de tu irte vino el de Endesa a cortarnos la luz.
- ¿Pero si sólo debíamos un recibo? Sé que el otro está por llegar, pero siempre te dan un recibo de margen.- le dije, interrumpiéndola.
- Escúchame. Resulta que a lo primero de estar allí en el piso, debió de pasársenos uno. Como no pagamos el de el mes anterior, han venido hoy y nos han cortado la luz.
- ¡Qué hijos de la gran puta!- le grite a mi mujer, mientras un tembleque me recorría por todo el cuerpo.
- Fui a la oficina y estuve hablando con este que tiene el pelo blanco, ¿sabes quién te digo?
- Sí, el jefe ¿no?
- Creo que sí, que es él. Bueno, por donde iba. Así, pues estuve hablando con él, aparte de que es un borde y un machista, me dijo que si quería que volviera a dar la luz, que tenía que pagar los dos meses enteros. Me sacó la cuenta, mira lo que tenemos que pagar mañana si queremos que nos den la luz.
- ¡ 180 euros!, joder, joder, joder. ¿Y de donde coño sacamos esos dineros para mañana?- el tembleque paso a ser un sudor frío por la espalda y una bajada importante en el color de mi cara.
- No te ataques que te vas a poner malo o peor, te puede dar algo. Una amiga mía, me ha dicho que en servicios sociales lo mismo nos pueden ayudar. Además, ya le he dicho a tú madre si los niños se pueden quedar a dormir esta noche, y me a dicho que sí. Así que si esta noche tenemos que dormir tú y yo sin luz, pues nada. Acuérdate cuando nos fuimos de recién casados a vivir al piso, y no teníamos ni la luz ni el agua dada de alta.
Mi mujer, aparte de mirar siempre por mí, intentaba quitarle hierro siempre a cualquier problema que tuviéramos. No le gustaba verme preocupado. Aunque intente tranquilizarme y mostrarle a mi esposa mi mejor cara, la rabia y la impotencia de no poder hacer nada, me estaba devorando por dentro. Durante dos o tres horas que estuve en casa mis padres, intenté actuar con normalidad, pues no quería preocupar a mis padres. Los dos estaban ya jubilados y como siempre pasa, y sobre todo en Andalucía, aunque habían estado trabajando toda su vida, tenían muy poco cotizado, lo cual les dejaba una pensión muy chica. Casi no llegaban a final de mes, pues todo sube: la luz, el agua, el gas, la contribución, la basura, el combustible… a eso sí, los sueldos y las pensiones no, o por lo menos no se equiparan al coste real de la vida.
- Entonces, ¿habéis encontrado algún trabajo?- nos preguntó mi madre.
- Por el momento, nada. Pero seguimos buscando.
- Ojala pudiera ayudaros, pero casi no llegamos a final de mes. ¿Por qué no vas esta tarde a servicios sociales?, lo mismo ellos pueden ayudarte.- me dijo mi madre, con los ojos enrojecidos por las lágrimas.
- Tendré que pasarme. A ver si puedo averiguar algo o ellos me pueden dar trabajo en algo.- cuando acabe de decir esto, me gire y me mordí el labio por la impotencia que aquello me suponía. Yo, ir a servicios sociales. Siempre había dicho que quien quiere trabajar, encuentra trabajo. Error, simplemente de donde no hay, no se puede sacar nada.
Después de hablar un buen rato con mi madre, decidí tragarme el orgullo y dirigirme hacía servicios sociales. Casualmente no tuve que andar mucho, pues las oficinas se encontraban calle abajo. Cuando llegué, tuve una sensación de deja vu. Recordé estar en las oficinas del Inen, por la cantidad de gente que hacía cola en la puerta.
- ¡Madre de Dios, que jodida está la cosa!- pensé.
Después de averiguar quién era el último, me encendí un cigarro, me metí las manos en los bolsillos y con la cabeza acachada, me puse a dar vueltas por la calle. Las oficinas se encontraban ubicadas al lado de una residencia. Había una plaza circular cerrada al tráfico, seguramente pensada para que los abueletes pudieran pasear tranquilamente. Me vino genial para poder andar de arriba para a bajo.